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Writer's pictureOrlando Gomez


Las redes sociales han sido el canal más importante para fomentar el ambiente de crispación social que actualmente se vive en la mayoría de las democracias. La manipulación directa e indirecta de los algoritmos tanto por Estados como actores privados para promover la desinformación y estimular esta situación es el secreto a voces respecto del cual ni las empresas administradoras de las redes sociales ni los Estados han encontrado formas de abordar.


Regular las empresas administradoras de redes sociales o el contenido en las redes sociales no es una alternativa realista ni deseable. Nadie desea un Estado con capacidad de regular la expresión en las redes sociales, y cualquier intento de hacerlo va a encontrar mucha resistencia, especialmente legal, en la mayoría de las democracias. La ruta de combatir la desinformación y la manipulación de contenido en las redes sociales no debe llevarnos a emular a autocracias como China o Irán. 


Lo que sí pueden hacer los Estados es abiertamente manipular los algoritmos de las redes sociales, comunicarlo periódicamente al público e informar sobre como ejecuta estas actividades y los resultados obtenidos.  


Esto implica tomar del libro del “hackeo ético” específicamente para mostrar la vulnerabilidad de manipulación y de desinformar de las redes sociales y el contenido que se consume a través de ellas, tanto a modo de ilustrarlo para los usuarios, pero más importante aún a las empresas que las administran.


Hasta la fecha esas empresas no han mostrado interés alguno en evitar la propagación de desinformación y las manipulación de sus algoritmos, de hecho, podría argumentarse lo contrario ya que ese tipo de contenido genera mayor consumo de sus aplicaciones y por ende genera un incentivo a seguir estimulándolo y permitir su propagación.    


Que los Estados elijan exponer de forma continua y pública esta vulnerabilidad podría crear un incentivo para que dichas empresas tomen medidas para controlarlo, y a los usuarios para entender mejor como se genera y se visibiliza el contenido que consumen. Sacar a la luz lo que hasta ahora es un secreto a voces podría desarticular la capacidad de los Estados autoritarios enfocados en atacar la estabilidad social de las democracias. 


Por supuesto, la ética debe guiar este tipo de ejecuciones si llegaren a realizarse desde el Estado. El contenido debe ser identificado como creado para este propósito y no debe ser contenido falso o que promueva la desinformación, se debe comunicar de manera independiente la colocación del contenido e informar la metodología empleada para manipular los algoritmos de las redes sociales y aumentar su alcance, y luego exponer los resultados de ese ejercicio. Hacer esto de forma masiva e insistente pudiera servir de antídoto del efecto que viene provocando el consumo de las redes sociales en nuestras sociedades, algo que se está convirtiendo en una verdadera emergencia. 


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