A grandes rasgos la República Dominicana necesita de Haití institucionalidad y apertura, la primera para garantizar la segunda, y para nuestro enfoque en particular debemos procurar que nuestros vecinos construyan esa institucionalidad para que a largo plazo esta opere en servicio de una apertura que generará beneficios a ambas naciones.
La meta de largo plazo de República Dominicana debe ser que en la isla opere un mercado abierto con libre tránsito de bienes, servicios, capitales y personas, y para ello será indispensable establecer un acuerdo bilateral más expansivo que los ya existentes entre ambos países y que requerirá la concreción de múltiples acciones por parte de nosotros y ellos.
Para auxiliar en los pasos iniciales a corto plazo, la República Dominicana debe promover la inclusión de Haití en el DR-CAFTA. La adhesión al acuerdo de libre comercio supondría para ese país un compromiso institucional y legislativo que necesariamente le alinearía a lo que ya hemos realizado en nuestro lado de la isla en el curso de las últimas 2 décadas, pudiendo servir nuestra experiencia como marco de referencia para el esfuerzo haitiano.
La armonización de la legislación haitiana en materia económica y de negocios con la legislación dominicana sería el siguiente paso decisivo que debemos tomar para empezar a crear las bases de una nueva relación comercial entre ambos países, estableciendo criterios jurídicos familiares para nuestros negocios al momento de operar en Haití.
Como soporte estabilizador a esa meta, y en particular para expandir agresivamente nuestro comercio, el país tendrá en el mediano plazo que impulsar la expansión de su sector financiero hacia Haití y con ello respaldar la movilización de nuestra producción en esa nación, aumentar la producción haitiana con capital dominicano y apostar a la promoción de la “pesificación” de la economía haitiana.
La República Dominicana debe apalancarse en su rol estabilizador para servir como principal canal e intermediario para los bancos de desarrollo regionales con interés en asistir a Haití, proveyendo materiales, el conocimiento técnico, y el seguimiento a las diferentes obras que estos deseen promover en ese país.
Es altamente probable que el esfuerzo de moldear la economía de Haití para acomodar la producción dominicana encuentre mucha resistencia, en particular por las clases empresariales haitianas, por lo que el esfuerzo no debe enfocarse únicamente a aspectos diplomáticos tradicionales, algo sobre lo que planeo abundar en otro artículo.
La República Dominicana tiene mucho que ganar de un Haití encausado hacia su desarrollo económico, y tenemos la posibilidad de motorizar ese desarrollo tanto para nuestro propio beneficio como para el beneficio de los mismos haitianos. Esto requerirá acciones concretas que no se van a hacer en los corredores de la diplomacia internacional, sino que tienen que venir de nuestra propia iniciativa que debe ser decisiva.
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