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Writer's pictureOrlando Gomez


Aceptando la alta probabilidad de que Trump será electo Presidente de los Estados Unidos gracias al apoyo derivado del lamentable atentado contra su vida, y continuando la serie de propuestas enfocadas a atender esa realidad para el futuro previsible, en esta ocasión deseo llamar la atención sobre los potenciales efectos en la República Dominicana de la política externa que ha venido definiendo Trump desde su candidatura. 


Uno de los puntos más consistentes de la candidatura de Trump en su política exterior, y en particular sobre el comercio exterior, es la implementación de un arancel de 10% a todas las importaciones de Estados Unidos. En ese país el Presidente puede, de manera unilateral, definir los aranceles para el comercio exterior y levantar trabas al comercio internacional casi a su entera discreción. En ese sentido, es muy probable que dicho arancel sea implementado de forma indiscriminada potencialmente impactando las exportaciones de nuestro país. Por supuesto, esta medida constituiría una desfiguración significativa del DR-CAFTA y sus objetivos.  


Primero que nada debemos cuidar evitar caer en retaliaciones comerciales por esta acción, suele ser tentador responder como mínimo en igual proporción a estas acciones, pero en el largo plazo no supondrá ningún beneficio. En el peor escenario debemos estar preparados para activar subsidios focalizados para las industrias locales que se puedan ver impactadas por productos provenientes desde los Estados Unidos dentro de este contexto. 


Reconociendo que la política comercial de nuestro principal socio económico será proteccionista en el futuro previsible, debemos no caer en la tentación de replicarla y, de hecho, hacer todo lo contrario. Debemos redoblar esfuerzos para incrementar drásticamente nuestras exportaciones hacia Europa, especialmente en los países de la zona Euro, los países nórdicos y Suiza para incrementar su participación en el total de nuestras exportaciones. Adicionalmente debemos abrirnos espacios en la región, en particular en Uruguay, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Jamaica, México y Centroamérica, y empezar a poner nuestros ojos en Japón y Corea del Sur. 


La guerra comercial entre las grandes potencias económicas luce, con la elección de Trump, inevitable. En esa guerra, como en todas las guerras comerciales anteriores, todas las potencias económicas resultarán perdedoras. Dado ese contexto, para mitigar el impacto sobre nuestra economía, y quizás hasta derivar beneficios de ella, debemos plantarnos como una alternativa comercial libre de aranceles y con estabilidad en su política de comercio exterior para los principales productores de occidente. 


Vienen tiempos turbulentos en el comercio exterior, las normas que le han regido en los últimos 80 años van a estar bajo la lupa y es posible que sean repensadas. Debemos evitar caer en el mismo juego de las potencias económicas y servir como un oásis de estabilidad y bajos costos arancelarios y de trámites que sirva de reposo a los agentes económicos atrapados en medio del conflicto. El nearshoring va a continuar por situaciones que se tenderán a acentuar bajo un gobierno de Trump, debemos aprovechar esa ola a pesar del shock comercial que sin dudas traerá su presidencia. 


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