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Writer's pictureOrlando Gomez

Updated: Jun 23, 2022


La pandemia ha supuesto un reto para la mayoría de los servicios, pero pocos han sido tan impactados de la forma tan dramática como lo ha sido la educación. Tanto el Ministerio de Educación como el de Educación Superior no sólo van a tener que hacer frente a las dificultades de organizar la posible reapertura de las clases presenciales en el próximo ciclo, sino a los efectos de largo plazo de esta disrupción en nuestra educación.


Considerando lo anterior propongo un plan de emergencia para la recuperación de la educación de nuestro país de manera intensiva y con un alcance pensado a largo plazo a todos los niveles.


La pérdida de la presencialidad durante casi año y medio de clases, y las precariedades en suplir su alternativa, necesariamente debieron tener un impacto en la calidad del aprendizaje recibido por los estudiantes en este tiempo; el primer paso, naturalmente, es empezar a medir ese impacto en los estudiantes con exámenes que puedan medir las posibles deficiencias y lagunas derivadas del proceso actual.


Una vez identificados los impactos de la pandemia en el aprendizaje de los estudiantes se debe realizar un plan, considerado a largo plazo, que incluya a las escuelas y universidades para identificar y recuperar aquellas cosas perdidas durante el actual proceso.


En particular los padres, profesores y personal administrativo de colegios y escuelas deben ser preparados para entender de que a los fines de rescatar nuestra educación, los próximos años no van a poder ser iguales a los años antes de la pandemia y que este “nuevo normal” no sólo podría ser de largo plazo sino que pudiera tener vocación a ser permanente.


El Ministerio de Educación debería replantear el currículum y el plan educativo para los próximos 10 años tomando en consideración los efectos de la pandemia. Por su lado, el Ministerio de Educación Superior, Ciencia y Tecnología deberá orientar a las universidades a los fines de que estas establezcan programas para complementar el aprendizaje de los estudiantes de nuevo ingreso para cuanto menos mantenerlos a la par del nivel esperado.


Considerando el potencial daño que ha tenido la pandemia en el proceso de aprendizaje de los estudiantes y siendo especialmente cauto respecto a la preocupación por esos efectos, entiendo perfectamente razonable que el Estado declare el sistema educativo en estado de emergencia y que se aproveche el 4% que actualmente se invierte en educación para atender lo que pudiera ser un problema que pudiera afectarnos por décadas.


Por suerte los tiempos de prepararnos para manejar el virus parecen estar empezando a quedar detrás de nosotros, ahora vienen los tiempos de atender las consecuencias de la pandemia, y no tenemos garantías de que sean menos difíciles que la pandemia misma. Debemos prepararnos.


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