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Writer's pictureOrlando Gomez


Al momento de publicarse el presente artículo se debe haber elegido la persona llamada a presidir el Consejo Presidencial de Transición de Haití. Con esto se abre un nuevo capítulo en la historia de Haití, y es uno al que no solo debemos prestarle especial atención, sino uno en el cual debemos tener una participación activa, pero no visible, para tratar de impulsar su éxito. En este momento debemos empezar a responder la pregunta “¿Qué necesita la República Dominicana de Haití?” y tomar acciones que vayan en ese sentido. 


Primero que nada, necesitamos que el Consejo Presidencial de Transición pueda instalarse en Haití y que empiece rápidamente a ganarse la credibilidad de sus ciudadanos para iniciar el período de estabilización. La República Dominicana debe, privadamente, urgir al Consejo la inclusión de la rara vez considerada, pero muy activa y vibrante, sociedad civil no electoral de Haití en la toma de decisiones del período de transición. 


Esto puede hacerse, como han recomendado Nicolás Devia-Valbuena y Keith Mines del Instituto por la Paz de los Estados Unidos, formalizando una Comisión de Consejeros para la asesoría del Consejo Presidencial. Dicha comisión debería considerar la participación de la Iglesia Católica de Haití, un representante de las iglesias evangélicas, de la diáspora, de las cooperativas agrícolas, de las organizaciones de los derechos humanos, líderes comunitarios, representantes de la mujer y la juventud, sindicatos laborales y empresariales y de los medios de prensa.Como bien indican Devia-Valbuena y Mines, esa sociedad civil en Haití tiene mucho mayor alcance y conocimiento de la realidad de Haití en el terreno de lo que históricamente han tenido las élites políticas, y pueden probar ser fundamentales en darle credibilidad y efectividad al Consejo Presidencial de Transición, por lo que debemos, si bien calladamente, propugnar por su formalización, y si llegare a conformarse, abiertamente celebrar su designación. 


Por otro lado, y sin hacer mucha fanfarria de ello, debemos propugnar por el establecimiento de puntos logísticos de las fuerzas policiales internacionales en ambos lados de la frontera, para que desde nuestro territorio se canalicen los recursos logísticos, materiales, de alimentación, salud, transporte y almacenamiento necesarios para el funcionamiento de dichas fuerzas, y en el territorio haitiano operen sus recursos humanos. Adicionalmente, deberíamos impulsar planes de entrenamiento policial y de inteligencia militar en nuestro territorio para los actuales y nuevos reclutas de la policía de Haití. La creación de relaciones entre las fuerzas policiales de ambos países a partir de este momento tenderá a traernos amplios beneficios en el futuro, siempre y cuando, con nuestro apoyo, la fuerza policial internacional tenga éxito en retornar a un orden razonable la situación en Haití y que esa fuerza policial conformada con nuestro apoyo eventualmente asuma el control, a lo que debemos apostar como si dependiéramos de ello. 


“¿Qué necesita la República Dominicana de Haití?” es una pregunta bastante compleja con múltiples pasos y aristas que deben ser consideradas y que pienso abordar en artículos adicionales. Lo importante ahora mismo, cuando ya finalmente están ocurriendo cosas positivas para Haití, es entender que no podemos quedarnos de brazos cruzados y debemos ser un parte activa en el relanzamiento de nuestro vecino como nación, y no por razones humanitarias, las cuales por sí solas deberían ser suficientes, sino porque nosotros seremos de los más beneficiados de reorientar este relanzamiento en la dirección que mejor nos convenga.  


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