A raiz del asesinato de Leslie Rosado a manos de un cabo de la Policía Nacional en circunstancias aún pendientes de aclarar, el tema de la reforma policial ha vuelto a tomar impulso. En esta ocasión propongo aprovechar ese ímpetu para lograr los cambios que no se alcanzaron con la Ley Orgánica de la Policía Nacional del 2016 empezando por definir la policía que como sociedad deseamos.
La policía debe ser puramente de carácter civil, eliminando la jerarquía de rangos que actualmente domina su estructura actual que funge como propulsor de las rencillas internas y los choques de ego que hacen menos efectiva la actuación de esa entidad, debiéndose cambiar su enfoque cultural actual militarizado cuya acción frente a sus funciones son esencialmente reactivos y de corte bélico, siendo estos poco efectivos para enfrentar el crimen (Arias, Rosada-Granados, Fabián. 2012).
La policía debe ser más descentralizada cediendo la mayor parte de sus funciones y recursos a las policías municipales, quienes deben a su vez responder a los Alcaldes. El rol de la Policía Nacional se debe enfocar hacia la fiscalización y soporte de las policías municipales, enfrentar el crímen organizado e investigar delitos que trascienden la jurisdicción de más de un municipio.
Adicionalmente, nuestras fuerzas policiales deben de dejar de ser vistas como un programa de empleos para cualquiera que aplique y establecerse un programa más riguroso de reclutamiento y de formación contínua.
La Dirección de Asuntos Internos de los departamentos de policía en los municipios y la Policía Nacional deben ser independientes y ser conformados, en parte, por miembros de la sociedad civil y personas no vinculadas o subordinadas directamente a la policía municipal y a la Policía Nacional, debiendo estos contar el apoyo constante del Ministerio Público en su accionar.
Se deben separar las funciones policiales de las funciones administrativas en la dirección de la policía, debiendo estas últimas enfocarse al uso más eficiente de los recursos de la institución para mejor equipar a la policía y brindarle recursos más efectivos en la ejecución de su función.
Respecto de la Policía Nacional en la República Dominicana hay mucha tela por donde cortar y mucho espacio para mejoras, lo que sí es urgente es que los cambios empiecen a ejecutarse. La realidad es que la institución carece de credibilidad frente a un amplio sector de la sociedad dominicana y ese costo reputacional se hará mayor en la medida que pase el tiempo sin que los problemas estructurales de nuestra policía permanezcan desatendidos. El tiempo de actuar es ahora, recordando que estas deficiencias institucionales ya empiezan a contarse en vidas perdidas, lo que es inaceptable.
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