top of page
Writer's pictureOrlando Gomez

No obstante las amplias oportunidades que se vienen presentando, los abogados hemos ido mostrando cierta resistencia, o temor, a los avances tecnológicos y así se ve reflejado en nuestro trabajo. Los contratos y la forma en que los construimos son de esas cosas que reflejan nuestra dificultad de adaptación, y ante la formación de vínculos jurídicos cada vez más complejos insistimos en estructurarlos empleando métodos viejos que al final operan no sólo en nuestro propio detrimento sino en perjuicio de nuestros clientes.


El problema que siempre debemos enfrentar los abogados al momento de elaborar un contrato es definir las intenciones de las partes y el alcance de lo pactado entre ellas de forma clara, reduciendo los espacios de interpretación, para mitigar que interpretaciones posteriores por parte de terceros, en particular jueces o árbitros, se desvíen de la intención originalmente acordada.


Para ello, durante siglos, los abogados nos hemos dedicado a describir cada detallito de lo que interpretamos que desean las partes y prever cada contingencia futura, que terminamos con contratos gigantescos que realmente no leen ninguna de las partes y que a los mismos abogados les cuesta descifrar. Esto no es un problema de calidad o expertise del abogado, sino a las limitaciones del medio que empleamos, el lenguaje escrito, y lo que hemos olvidado, el consentimiento de las partes puede ser transmitido por cualquier medio.


Mi propuesta es que repensemos la forma en que estructuramos nuestros contratos utilizando la enorme caja de herramientas que hoy nos ofrece la tecnología. Es díficil argumentar que una descripción textual de un bien dado en venta es mejor, o más precisa, que una imagen o video del bien. Por igual, en vez de tener una descripción rígida de las obligaciones de las partes estas se pueden beneficiar de un documento dinámico que no sólo indique las expectativas de las partes, sino que estas puedan ir certificando su ejecución a lo largo de su ejecución en un documento dinámico. Hasta podemos preguntarnos ¿es una dirección puesta por escrito, en especial en nuestro país, más efectiva en indicar una ubicación que la indicación que nos puede ofrecer un GPS?


La forma misma en como estructuramos nuestros contratos pueden ser más agradables a la vista e invitar a su lectura. No debemos sentirnos atados a la tiranía de los artículos y los por cuantos, porque esto no es exigido para dar forma al consentimiento. Es perfectamente posible definir el alcance de los contratos y la intención de las partes auxiliándose de más elementos gráficos y menos palabras, lo que nos va a servir para reducir los espacios a reinterpretaciones.


Vivimos en un mundo distinto a nuestros colegas de hace un siglo, y nuestros clientes que viven este mundo necesitan que hablemos su mismo idioma y utilicemos las mismas herramientas que ellos utilizan para comunicarse. Parte de ese cambio debe reflejarse en la forma como trabajamos, y debemos atrevernos a repensarlo todo conociendo la enorme caja de herramientas que hoy nos brinda la tecnología que puede hacernos el trabajo mucho más eficiente, efectivo y hasta placentero, no únicamente para nosotros mismos, sino muy especialmente para nuestros clientes.


Comments


bottom of page