La producción de energía de fuentes locales en la República Dominicana representó menos del 15% del total de la generación en el año 2021, lo que incluye energía hidroeléctrica, solar, eólica y biomasa. Para un país cuya economía, estabilidad social y capacidad fiscal se ven severamente impactadas por los precios internacionales del petróleo, el gas y el carbón, esta distribución de su generación es inaceptable, y por ello propongo que iniciemos la conversación sobre la necesidad de apuntar hacia la soberanía energética.
La Agencia Internacional de Energías Renovables (AIER) en el 2016 preparó un roadmap para que República Dominicana pudiera no sólo alcanzar la meta de generación empleando energías renovables de la Ley 57-07 de 25% de la capacidad instalada para el año 2030, sino que definió las acciones necesarias de poder llevarlo hasta más del 40% en el mismo período.
Como un país que no produce petróleo, ni gas, ni carbón, y que claramente no puede seguirse dando el lujo de depender de los vaivenes de los precios en los mercados internacionales de los commodities debemos no sólo retomar el tema como algo aspiracional, sino darle el carácter de seguridad nacional que tiene y enfrentarlo con un plan ambicioso para promover las inversiones necesarias en la generación de energía de fuentes locales para reducir nuestra dependencia de la importación de materia prima para la generación de electricidad.
Debemos ir más allá de lo sugerido por la AIER y en adición a los incentivos fiscales que deben incluirse para favorecer la generación de energía de fuentes locales, la adecuación del marco legal del sector para darle mayor eficiencia al proceso de instalación y manejo también se deben extender facilidades y beneficios respecto de la movilidad de capital, estructuración corporativa y protección a la propiedad intelectual, para hacer de nuestro país un hub de innovación energética que se extienda a la generación, transmisión, distribución y almacenamiento de energía.
Establecer la soberanía energética como prioridad nacional es apuntar a una generación de energía de fuentes locales que represente en exceso del 75% de la capacidad de generación instalada, a promover procesos de construcción y producción industrial enfocados en el consumo eficiente y potencializar la auto-generación empleando espacios disponibles o productos derivados de sus procesos, entre múltiples factores que van desde el punto de generación al punto de consumo.
Es importante notar que esto no necesariamente debe implicar un foco único a energías renovables o limpias, sino a fuentes locales de energía, porque la diversificación del parque energético tenderá a ser uno de los pilares adicionales del esfuerzo y el quid del problema es fundamentalmente económico, donde lo ecológico estaría tomando, al menos en sus primeras fases, un segundo plano.
Los últimos 15 años trajeron la nueva realidad de un petróleo que habitualmente estará excediendo los $100 dólares el barril, arrastrando consigo los precios de los demás commodities de energía que hoy importamos. Enfrentar esa realidad ya se nos hace impostergable.
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