Hoy se cumple un año desde que enfocara este espacio que me ha sido permitido desde hace casi 18 años cada semana para hacer propuestas. Originalmente la intención era pausar el ejercicio habitual de comentar los eventos del momento desde mi perspectiva y tratar de ser un poco más proactivo empujando, modestamente desde este diminuto espacio, algunos de los cambios que deseaba ver. Desde entonces mi perspectiva sobre este ejercicio ha cambiado, y a un año de haberlo empezado me gustaría poder resaltarlo.
Como la mayoría de los jóvenes dominicanos, pasé una parte significativa de mi vida deseando abandonar mi país y buscar mejor suerte en otras latitudes. La oportunidades para los jóvenes eran, y son, muy limitadas, los salarios no son los mejores y la cultura laboral es tendente a ser muy rígida y resistente al cambio. Esto sumado a las persistentes precariedades de la República Dominicana en casi todos los temas, especialmente en la calidad de los servicios públicos y privados, es un caldo perfecto de frustraciones que contribuye a nuestra pérdida de cerebros jóvenes hacia otros países.
De ahí viene la importancia de un cambio de perspectiva. Constantemente martillarnos los problemas que nos rodean tiende a estancarnos y eso, en parte, contribuye a la inercia que les hace parecer insuperables y perennes. El empezar a visualizar esos problemas como oportunidades se convierte en un proceso revelador.
La República Dominicana es un país con muchos problemas, lo que también significa que somos una nación con muchas oportunidades. El camino para resolver nuestros problemas va a venir acompañado de muchas ideas ingeniosas y escalables que pueden convertirse en oportunidades de negocios que convertirán nuestro círculo vicioso de miserias en un círculo virtuoso de crecimiento.
Todos los problemas y dificultades que nos rodean generan su grupo particular de oportunidades. Esto va desde problemas pequeños y comunitarios como el manejo de la basura en nuestro entorno, a problemas más complejos y generales como el de la generación eléctrica del país o sus dificultades burocráticas. Y tampoco se limita a problemas de carácter personal, la misma perspectiva aplica para nuestros problemas personales.
Por igual, las propuestas que realicé en el curso de este año fueron para iniciativas del sector público, pero las soluciones no tienen que depender de la acción del Estado y deben invitar a los ciudadanos de a pie a plantearse que rol pueden jugar en esas soluciones.
Los jóvenes que hoy vienen buscando su espacio en nuestra sociedad pueden ser parte de esa solución y quizás no tengan otro remedio. Ellos necesitan propuestas y soluciones donde ellos sean parte de su desarrollo e implementación si las cosas van a cambiar, y por ellos celebro este año de propuestas, esperando mantener el ritmo por al menos un año más.
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