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Writer's pictureOrlando Gomez


Este fin de semana se produjeron protestas en múltiples regiones de Cuba mostrando un nuevo quiebre en el control del régimen cubano sobre una población que desde las protestas del 2021 se muestra más valiente en plantarle cara a sus gobernantes. Entiendo que es tiempo de que el Estado dominicano desarrolle un plan de contingencia para una eventual transición en Cuba ante una hipotética caída del Partido Comunista de Cuba y cualquiera de las alternativas que pueda resultar de ello, que no solo sirva para definir nuestro interés estratégico en Cuba una vez esto ocurra, sino que ayude a documentar la postura dominicana en materia de relaciones exteriores frente a Cuba y el régimen comunista en el presente.   


No nos hagamos muchas ilusiones, las protestas de este fin de semana al igual que las del 2021 no significan el fin de los 65 años del régimen castrista y el Partido Comunista de Cuba y una transición a la democracia por parte de ese país, es muy poco probable que esto ocurra en el corto o mediano plazo. Lo que sí es posible es que el régimen cubano empiece a verse en la obligación de cambiar el estatus quo para evitar que la situación se les salga de la mano. En cualquier caso, la República Dominicana debe estar preparada. 


Nuestros países tienen toda una historia compartida que data de siglos, y si bien no compartimos una cultura idéntica debido, en gran parte, a la bifurcación de nuestros caminos ocurrida hace más de 6 décadas, sí compartimos suficientes rasgos comunes como para entendernos como ex-colonias españolas en el Caribe que fuimos. Esas similitudes deben guiar la perspectiva dominicana sobre su potencial rol en el futuro de Cuba una vez las condiciones estén dadas.        


La economía cubana es la cenicienta del Caribe, y presenta oportunidades en todos sus sectores. Desde el turismo, la agricultura, el comercio, la minería, el sector financiero, etc. Cuba tiene un enorme potencial en sectores donde la República Dominicana ya tiene una producción interna madura que pudiera penetrar el mercado cubano una vez se den las circunstancias adecuadas. Es esta promesa que da Cuba a nuestro país lo que debe dirigir nuestra posición en materia de relaciones exteriores sobre este tema.  


Las circunstancias mínimas para que esto pueda iniciarse son primero el levantamiento de las sanciones de Estados Unidos a Cuba, para evitar fricciones en nuestros lazos comerciales con nuestro socio más importante, y segundo el inicio de un proceso de reformas internas a la economía cubana similares en tono y objetivo a, como mínimo, lo realizado por Deng Xiaoping en China que abra la nación caribeña y le sea amigable al capital extranjero. Estas condiciones pueden darse con el régimen actual, con una transición a la democracia, una nueva dictadura militar, o realmente cualquier forma de gobierno que mantenga la estabilidad en Cuba y no la deje caer en el caos convirtiéndola en un nuevo Haití. 


En ese tenor la República Dominicana debe abogar no solo por el fin del embargo a Cuba (como históricamente lo ha hecho), sino porque Cuba haga las reformas sociales y económicas necesarias para persuadir a Estados Unidos de levantar el embargo, garantizando los derechos humanos de los cubanos, poniendo fin a las persecuciones políticas y abriendo la economía cubana al capital extranjero. Más importante aún, la República Dominicana debe hoy definir una hoja de ruta para cuando todo esto sea una realidad y estamos preparados para actuar de forma tal que esto no tome a nuestro Estado de sorpresa y evitar que, como siempre, terminemos improvisando sobre nuestras reacciones.


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